Una vez aceptado el primer reto, es decir, reconocerse
como parte de un todo, como interlocutor válido, sin ser partido político ni miembro
de una coalición, ni aspirar a serlo, y proclamar en voz alta y clara la
pretensión de promover la concurrencia colaborativa de un frente amplio de
izquierdas (sin miedo, somos de izquierdas, y no solo progresistas) sin
forzarla, y de hacerlo ya, para las próximas municipales, a las personas que
defienden, que defendemos, un Ganemos
en Jerez, se nos plantea una primera disyuntiva.
Quienes aspiramos a esa unión de la izquierda, tanto para
ganar el espacio que pensamos que realmente representamos en la sociedad, como
para cambiar los modos de hacer política, de puertas adentro de cada partido o
de la fuerza resultante y en la gestión como ejecutivo local, asumimos en
general que no tiene sentido inicialmente esta iniciativa, sin alguno de estos
partidos, que arrastran a gran parte de un electorado que demanda (demandamos), esa confluencia. La
unión de la izquierda no es posible hoy día sin los partidos de izquierda; los
coaligados en IU y Podemos, (o los existentes con una presencia significativa
en otros territorios). Eso está muy bien, y sobre el papel todo el mundo (por
supuesto, a la izquierda del PSOE) lo firma, pero ¿Cómo superar la lógica
partidista? Es decir ¿Cómo convencer a quien piense que puede perder
aritméticamente votantes o concejales en esta operación? ¿O a quien piense que
está engordando un proyecto ajeno?
El primer paso es reconocer la legitimidad y autonomía de
todo el mundo, organizaciones y personas; es perfectamente respetable aspirar a
los mejores resultados electorales posibles, tener una estrategia política a
medio y largo plazo, o recelar de otras personas, organizaciones o movimientos.
Además, en toda organización hay tendencias, corrientes y opiniones en tensión,
con su historia y su dinámica propia, pero ¿Cómo evitar que una parte impida el
desarrollo del todo?
Por mi parte, y es sólo mi opinión personal, hay dos caminos; por un lado, por supuesto,
ser capaces de demostrar que o ganamos juntos o, como dice Bunbury “nos
hundiremos cada uno por nuestro lado”; difícilmente una sola fuerza de
izquierdas puede gobernar en nuestra ciudad, y más difícil aún llegar a esa
confluencia de la izquierda (de la ciudadanía de izquierdas y no sólo de los
partidos de izquierdas) desde una competencia previa en elecciones.
Pero por otra parte, también hay que mostrar, mostrarles
a estas organizaciones y a la sociedad, que se pierde no cooperando y
confluyendo, en términos de riqueza de recursos, imaginación, debate, de
coherencia en la construcción de un espacio común, y por qué no decirlo, en
votos, y gracias a los redondeos electorales, en concejales. Una izquierda que
prefiere su pequeño espacio de autonomía, minoritaria y autocomplaciente, su
labor de Pepito Grillo y una actitud de crítica desde la barrera, a mí no me
vale, ya no. Y pienso que a parte de la ciudadanía, tampoco.
Finalmente, por supuesto, el espacio donde dilucidar esta
confluencia, y donde se puede hacer la prueba del 9 de la autenticidad de las
intenciones es en los programas; Ganemos debe cocerse a fuego (no muy lento) en
el debate de los diferentes programas. Nunca mejor dicho, Programa (de unos),
programa (de otros), programa (o mejor propuestas, que no programa como tal, de
ganemos). Previendo que las propuestas no serán tan diferentes, ya no cuelan
invitaciones a participar a la sociedad civil en su elaboración, ni la
adscripción de independientes testimoniales o con perfiles populistas, ni los
cantos a la unidad de la izquierda o las intenciones de apertura; cuando la
ciudadanía (y eso es Ganemos, una
plataforma de parte de la ciudadanía, diversa pero comprometida) llama a tu
puerta, o se abre la puerta o no se abre, y sea cual sea el caso, habrá que
explicarlo ante el lectorado.
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